martes, 23 de abril de 2013

Más allá del desprecio



Poco conocido en nuestro país, con la excepción de los círculos cinéfilos, el cine de Philippe Garrel ha transitado desde su debut, a finales de los años sesenta del siglo pasado, entre la experimentación y la poesía, pero sin perder la dimensión social que caracterizó los postulados de la nouvelle vague ni un modelo de narración reflexivo, muy propio de la literatura realista de finales del siglo XIX, que hicieron suyo algunos directores franceses de la nouvelle vague y sus sucesores, entre los que se encuentra el propio Garrel.

         Un été brûlant, filme que llega a nuestras pantallas con más de un año de retraso respecto a sus estreno comercial en Francia, parte de un suicidio para, de forma retrospectiva, reconstruir los últimos meses de la vida de un pintor casado con una bella actriz. Dicha reconstrucción la vemos desde el punto de vista de su mejor amigo, un personaje con apuntes autobiográficos del propio Garrel, quien, a través de su mirada, nos enseña las contradicciones internas del protagonista, un tipo complejo y, en ocasiones, anacrónico, que alude de forma reiterada a comportamientos burgueses o al valor de la Resistencia como mito de una sociedad idílica. Sin embargo, el relato no es consecuente con la elección del punto de vista narrativo, ya que el protagonista crea su propia ficción para explicar la historia de la manera que Garrel quiere que la veamos.
         Heredera de El desprecio, la película en la que Godard meditaba sobre la condición artística a través del juego realidad-ficción de un rodaje cinematográfico a la vez que analizaba las relaciones de pareja, Un éte brûlant tiene el mérito de convertir en trascendentes los pequeños detalles de la vida, como se subraya en la magnífica conversación final entre el artista y su padre (un Maurice Garrel, padre del director, que falleció muy poco después del rodaje del filme), de mostrar, de forma poco convencional, las dificultades para conservar el verdadero amor, de diseccionar de forma inteligente las relaciones amorosos y, sobre todo, de ser fiel a una forma de hacer cine condenada a caer en el ostracismo por su escasa comercialidad.
         Lástima que la simplicidad de la historia, su escasa verosimilitud y la ya comentada traición al punto de vista elegido para la narración la hagan menos brillante que otras películas de Garrel que, de forma esporádica, hemos podido ver por estos pagos.

Un été brûlant (Philippe Garrel, 2011)

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