viernes, 19 de abril de 2013

Fracking y buenas intenciones



Curiosa filmografía la de Gus Van Sant, que oscila entre el cine de autor y las superproducciones, pero que, en todo caso, siempre dirige filmes con una preocupación humanista por lo que sucede alrededor. Tierra prometida pertenece al segundo bloque de filmes, el de grandes presupuestos (aquí 15 millones de dólares), para contarnos una historia de tintes ecologistas a partir de los intentos de dos empleados de una multinacional de gas natural para instalar una planta extractora en un pequeño pueblo de la América profunda.

         El oportunismo de un tema de actualidad como el fracking (una técnica de extracción del gas y el petróleo con probados riesgos medioambientales), algunos apuntes cercanos a la denuncia ecologista y un sobrio trabajo de dirección podrían convertir Tierra prometida en una película, a priori, interesante. Pero la forma de narrar la trama, que parece escrita siguiendo al pie de la letra un manual de guionista primerizo, y un giro final inverosímil y ridículo empañan el resultado final de una cinta plagada de buenas intenciones aunque con escaso valor como instrumento para concienciar al espectador del problema que plantea. 

Tierra prometida (Gus van Sant, 2012)

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