Si en las cosas pequeñas reside
muchas veces la belleza, Kauwboy, opera prima del director holandés
Boudewijn Koole, es un buen ejemplo. Película sencilla, exenta del prescindible
artificio que envuelven obras de mucho mayor presupuesto e infinitas
pretensiones, Kauwboy retrata la vida de un niño de 10 años que crece en
absoluta soledad, rodeado del idílico paisaje de la campiña holandesa y con el
waterpolo y una vecina como únicas vías de escape. En ese panorama solitario
aparece un visitante inesperado en forma de grajo, un pájaro que se convertirá
en paradigma de la educación que el niño precisaba para sí mismo.
Con
un ritmo pausado, plagado de silencios, miradas y gestos casi imperceptibles, la
deliciosa historia que nos cuenta Koole, coautor del guión, se articula por
medio de dos planos contrastados entre sí: el de los cuidados del niño al grajo
y el de la falta de la atención que precisa el propio preadolescente. Koole
elige bien cómo contarnos esa dicotomía, tanto por la selección de los
emplazamientos de cámara, siempre a la altura de los ojos del niño, como por el
punto de vista que adopta, el del protagonista del filme.
Pero
más allá de estos méritos, Kauwboy sorprende porque, pese a la crudeza
del tema que plantea, rebosa ternura. La frialdad de una puesta en escena
simple la pone Koole al servicio de la historia, como si quisiera transformar
el dolor, también presente en la cinta, en un sentimiento de ingenuidad y
resignación, como si transportara al espectador a un mundo en el que las cosas
son como son y es imposible cambiarlas. Las referencias a la reciente El
niño de la bicicleta, de los hermanos Dardenne, son claras, aunque en este
caso el director neerlandés aporte una mirada mucho más tierna a su personaje
de la que nos ofrecían los realizadores belgas. Más bien hace que el espectador
se imbuya de la atmósfera limpia que exhala la película sin permitirle darse
cuenta de que lo que realmente está contando es una historia de aprendizaje
incompleto, de ausencia de referentes paternos.
Un
desenlace algo forzado no empaña el resultado final de esta pequeña joya,
narrada con sorprendente sencillez, que emociona por momentos y que deja en la
boca un regusto de cine arriesgado y valiente. Muy necesario en el panorama
cinematográfico en el que nos encontramos.
Kauwboy (Boudewijn Koole, 2012)
No hay comentarios:
Publicar un comentario