martes, 3 de enero de 2012

Sherlock o John

Decía David Trueba, durante una conversación que mantuvimos sobre porno, que cuando alguien le hablaba de Welles, no pensaba en Orson, pensaba en Tori. El novelista y director de cine hacía así un chiste privado para explicar la fascinación que le procuraba ver a la estrella del porno Tori Wells en acción. Tanta que borraba de su mente sus impulsos cinéfilos.
A mí me pasa algo parecido, pero en versión mitad cinematográfica, mitad literaria, cuando alguien me habla de Holmes: no pienso en Sherlock, pienso en John. En John Curtis Holmes, aquel legendario actor porno americano que lucía un pene de 35 centímetros de largo y, por esa peculiaridad física, tuvo una vida singular: fue cocainómano, traficante de drogas, confidente de la policía y acusado de un asesinato múltiple. Y murió de SIDA tras una vida tan convulsa como contradictoria.
Pienso en John porque Sherlock siempre ha sido para mí un personaje aburrido. Un tipo perspicaz, observador e intuitivo, pero un soso. Alguien capaz de adivinar con quién has pasado la noche anterior sólo por el placer de demostrarte lo listo que es. Un personaje como esos críticos de cine que compiten a repetir diálogos de películas porque así piensan que serán adulados y crecerá su criterio. El mejor retrato de Sherlock Holmes que he visto en el cine lo hizo Billy Wilder hace más de 40 años, cuando pintó a Sherlock como un ser falsamente seguro, adicto a la cocaína en dosis inyectables y poco interesado por las mujeres. Wilder, con su inimitable sentido del humor, mete al detective de Baker Street en una trama de submarinos espías en pleno lago Ness, con agentes secretos por medio y con chistes sobre Tchaikovski. La vida privada de Sherlock Holmes (Billy Wilder, 1970) tiene todo eso, aparte de la sobriedad de un relato menos trillado de lo que se puede esperar sobre un personaje como Holmes y unos diálogos que no desmerecen a los de En bandeja de plata (Billy Wilder, 1966) o Con faldas y a lo loco (Billy Wilder, 1959). Pero no es, ni de lejos, el mejor filme de Wilder. Claro que estar situada cronológicamente entre En bandeja de plata y Avanti (Billy Wilder, 1972) tampoco ayuda.

El problema de La vida privada de Sherlock Holmes es su personaje protagonista. Los americanos, que son muy listos, lo sabían y por eso han convertido a Sherlock Holmes en un héroe de acción. No tendrá el físico de Rambo ni la fortaleza de John McClane, pero es listo y, sobre todo, ágil. Sufre explosiones, pelea a espadazo limpio en un puente y salta al Támesis cuando lo van a matar desde una ventana. Sólo le falta tener un pene como el del otro Holmes para ser el hombre perfecto.
No iré a ver Sherlock Holmes 2: Juego de sombras (Guy Ritchie, 2011) porque ya tuve bastante con Sherlock Holmes (Guy Ritchie, 2009). A mí, con la película de Billy Wilder me basta para comprender al personaje.




1 comentario:

  1. A mi siempre me ha parecido fascinante, en general el personaje de Sherlock Holmes da para mucho, es una creación perfecta, un personaje controvertido y muy atractivo (House dicen que está basado en él). La peli de Wilder es cojonuda. Hay otra, El secreto de la pirámide que tampoco está mal, pero las antiguas pelis de Basil Rathbone a mi me encantan, son el mejor SH que se ha hecho, aparte de las novelas originales, que también me encantan y he leído muchas veces. También recuerdo a Peter Cushing recreando bastante bien al personaje, e incluso una serie de la BBC de los 80 o por ahí que respetaba bastante al original, aunque sin mucha gracia. Hay una serie actual de la BBC que situa a Sherlock en nuestros días y que, a pesar de su envoltorio postmoderno, está muy bien, al menos los 3 capítulos de la 1ª temporada. Sin embargo la peli del tal Dwoney Jr. es tiñosa, un bodrio infumable, un atentado al personaje no por convertirlo en héroe de acción, si no por hacerlo tan rematadamente mal, y tampoco iré a ver la 2ª parte ni 'atao'. Como curiosidad, son muchos los pastiches que se han hecho sobre Holmes, hace poco estuve leyendo una serie de novelas de un tal Rodolfo Martínez que situaba a Sherlock en sitios y situaciones inverosímiles a priori, por ejemplo mezclado en la guerra civil española, pero la lectura era amena, original y a la vez creíble, lo que dice mucho de la solidez del personaje de Sherlock Holmes.

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