martes, 24 de enero de 2012

La vida que nos espera

En ocasiones, el cine tiene un componente sentimental que nos hace difícil valorar las películas. Si te acaba de dejar tu pareja y ves un filme sobre desengaños amorosos, aparte de llorar como un poseso lo que no has llorado durante el duelo, sentirás una identificación con los personajes mucho mayor que la que tienen aquellos que no pasan por una situación personal como la tuya. A mí me ocurrió algo así cuando vi Pequeñas mentiras sin importancia (Guillaume Canet, 2010), un filme que extrajo de dentro de mí toda la sensibilidad que escondía en una época complicada de mi vida, pero que, visto ahora, es una excelente película no exenta de trucos, no siempre en los límites del juego limpio que exige una narración, para emocionar al espectador.

Arrugas (Ignacio Ferreras, 2011) contiene todos los elementos que me hacen muy difícil valorarla. Está basada en el cómic de un amigo, Paco Roca, que además ha participado en el guión, en la dirección artística y en el proceso creativo del filme; trata un tema que me toca muy de cerca, pues mi madre padece la enfermedad de Alzheimer y muchas de las cosas que retrata la película las he vivido yo como espectador involuntario en la vida; y habla sobre la vejez, ese lugar al que todos nos aproximamos sin remisión y en el que todos acabaremos nuestros días.
Soy muy fan del cómic de Paco Roca, que leí poco después de su publicación, mucho antes de que a la novela gráfica le dieran el premio nacional del cómic, de que su creador se convirtiera en una estrella de la historieta y de que alguien se planteara llevarla al cine. Me gusta mucho esa mirada sobre la pérdida de la memoria y, en consecuencia, de la identidad que hay en sus páginas, esos trazos tristes y esperanzadores a la vez que hay en cada una de sus viñetas. Y creo que me gusta Arrugas, la película, porque es muy fiel a esa visión de la vejez que tiene Paco. Las adaptaciones de cómics son complicadas por naturaleza, pero en esta ocasión el trabajo ha sido tan respetuoso con el original que merece un aplauso.
Poco importa que Arrugas sea una película con escaso valor como filme de animación. Tan escaso que, en el fondo, me recordaba a un anime japonés, por su austera utilización de los elementos del dibujo. Su discurso es tan radical, tan potente y tan terriblemente realista que consigue, con pocos trazos, impresionar a quien la ve. Al fin y al cabo, trata de lo que seremos todos de aquí unos años, de ese proceso irreversible en el que paulatinamente iremos perdiendo la memoria, los recuerdos, nuestra alma. Ver a un ser querido que sufre ese deterioro nos conmueve y nos preocupa, pero cuando pensamos en que la vida que nos espera será esa se nos hiela la sangre. Eso es lo que consigue Arrugas, la película, como lo conseguía Arrugas, la novela gráfica, tanto una como otra obras fundamentales para entender que, como decía Gil de Biedma, “envejecer, morir, es el único argumento de la obra”.



Arrugas (Ignacio Ferreras, 2011)

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