En 1981, un
joven Sam Raimi debutó en el largometraje con un filme de serie B rodado con
una cámara de 16 mm y un presupuesto de risa: poco más de 300.000 dólares. La
película se llamó The Evil Dead, aunque en España se distribuyó como Posesión
infernal, y se convirtió muy pronto en un filme de culto, gracias a la
extraordinaria imaginación que derrochaba, las escenas gore que la salpicaban y
un esplendoroso sentido del humor. Tal fue el éxito de Posesión infernal,
que dio lugar a dos secuelas: Terroríficamente muertos y El ejército
de las tinieblas, ambas dirigidas también por Raimi.
32 años después de aquel hito, Raimi
trabaja para la Disney (Oz, un mundo de fantasía) y es venerado por las
nuevas generaciones de espectadores como director de la trilogía de Spiderman.
Pero no reniega de su pasado. En compañía de Bruce Campbell, eterno
protagonista de sus filmes de terror gore, ha producido un remake de la
película que lo lanzó a la fama: aquella Posesión infernal que hizo
renacer el terror sanguinolento para regocijo de los amantes de la salsa de
tomate y las sierras eléctricas de broma. Para cerrar el círculo, Raimi y
Campbell confiaron el proyecto a un director debutante: el uruguayo Fede
Álvarez, cuyos cortos de terror habían seducido a los creadores de la saga.
La nueva Posesión infernal es un
remake hecho con muchos más medios que parte de la base argumental de la
original -cinco jóvenes se instalan en una cabaña en el bosque y descubren un
libro de conjuros que despierta el espíritu del diablo- y conserva la frescura
que caracterizó a los tres filmes de la saga que dirigió Raimi. Contiene una
alta dosis de sentido del humor, homenajea a otras cintas del género, entre
ellas a la española Rec3: Genesis, y garantiza hora y media de
entretenimiento sin excesivas pretensiones, si uno se ríe en vez de abominar de
la sangre de mentiras que inunda la historia. Mas, en su factura, se echa de
menos la desbordante imaginación que derrochaba la original: la utilización del
punto de vista imposible como recurso narrativo o los efectos sonoros como instrumentos
para provocar sensaciones contradictorias en el espectador.
Se agradece, no obstante, que este
remake de Posesión infernal mantenga el espíritu gamberro que enarboló
como bandera de un género la cinta original, que respete los códigos del cine
de bajo presupuesto, pese a contar con más de 15 millones de dólares para su
filmación, y que sus escenas más extremas sigan despertando los aplausos y las
risas, a partes iguales, entre el público especializado, ese que, cuanta más
sangre le salpique desde la pantalla, más se descojona.
Posesión infernal (Fede Álvarez, 2013)
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