Existe una
tendencia en el cine americano contemporáneo a rescatar a sus viejas leyendas
para, desde la perspectiva de los años, caricaturizar algunos que los
personajes que interpretaron en su época gloriosa. Tipos legales se
enmarca dentro de esta tendencia con un esquema tan trillado como efectivo: el
cine de colegas. En este caso, colegas de geriátrico. Porque el segundo
largometraje como director del actor Fisher Stevens es un filme al servicio de
sus tres personajes principales, tipos con más pasado que futuro que, en medio
de una aventura alocada, a lo largo de una interminable noche, conducirán la
trama hasta un final de lo más previsible.
Para ello, Stevens cuenta con tres
monstruos de la interpretación. Tres actores legendarios que componen
personajes a modo de retazos de otros a los que encarnaron en su época de
juventud. Christopher Walken, Al Pacino y Adam Arkin se elevan por encima de la
propia trama de la cinta para ofrecernos un compendio paródico de los clichés
que tantas veces interpretaron en la pantalla. Hay guiños explícitos a ese
pasado glorioso, como el baile de Pacino en la discoteca, que nos remite al
remake de Perfume de mujer, pero, sobre todo, hay una voluntad de reírse
de sí mismo que da vida a una película irregular, un mero entretenimiento con
tres grandes actores.
Tipos legales transita entre la
comedia y el thriller, pero quizás la edad de su protagonista haya hecho que el
guión del debutante Noah Haidle se decante hacia los gags, de desigual fortuna,
que salpican esta historia de lealtad personal y sentido del deber que, poco a
poco, va perdiendo interés en su desarrollo y sólo sobrevive dignamente por el
esplendoroso recital de su trío interpretativo.
Tipos legales (Fisher Stevens, 2012)
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