El género
de acción, que vivió su época dorada entre mediados de la década de los ochenta
y comienzos de los noventa, evolucionó posteriormente hacia una "humanización"
de sus héroes, antaño inmutables y exentos del más mínimo sentido del humor,
que acabaría por relegarlos a la más pura serie B, cuando los justicieros de
carne y hueso fueron devorados por los superhéroes provenientes del cómic. Han
pasado dos décadas y aquellos que impartieron justicia a base de balaceras y
puñetazos se han hecho mayores, sin que, salvo honrosas excepciones como el
británico Jason Stahtam, se vislumbren actores que recojan el relevo de los
Schwarzenegger, Stallone o Willis para revitalizar el género sin necesidad de
enfundarse un traje con poderes sobrenaturales.
Una bala en la cabeza, regreso a
la dirección del veterano Walter Hill diez años después de su último trabajo,
abunda en la idea de mostrar a un viejo héroe de acción con sus defectos y sus
virtudes. A medio camino entre el cine de acción, en su sentido más estricto, y
las películas de compañeros eventuales en lucha por un objetivo común, que tan
buenos resultados dio a Hill en filmes como Límite 48 horas y Danko:
Calor Rojo, la película nos presenta a un Sylvester Stallone que parece
casi una caricatura del personaje que ha repetido hasta la saciedad a lo largo
de los últimos 30 años: un tipo duro pero con cierto aspecto de cartón-piedra
que, por la habitual preocupación de Walter Hill por el pasado tortuoso de sus
personajes, utiliza la ironía con la misma precisión que las armas de fuego.
Basándose en la novela gráfica homónima
de Alexis Nolent, Walter Hill maneja con habilidad los códigos del cine de
acción, con un trepidante ritmo que enmienda la debilidad de un guión muy
esquemático y la escasa química entre la pareja de protagonistas. Pero las
gotas de socarronería que destilan los diálogos, los breves apuntes de denuncia
social que trascienden en la trama y la destreza de Hill a la hora de ordenar
unos elementos que podrían haber llevado a la película a una absurda ensalada
de tiros y mamporros convierten a Una bala en la cabeza en un entretenido
y nada pretencioso ejercicio de estilo con el que pasar el rato. Algo que, tal
y como están los tiempos para el cine de acción, siempre es de agradecer.
Una bala en la cabeza (Walter Hill, 2013)
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